V. I. Lenin
Marxismo y reformismo
Escrito: En 1913.
Primera edición: El 12 de septiembre de 1913 en el núm. 2 de Pravda Trudá.
Digitalización: Por Urria, mayo de 2000.
Edición electrónica: Marxists Internet Archive, febrero de 2000.
Primera edición: El 12 de septiembre de 1913 en el núm. 2 de Pravda Trudá.
Digitalización: Por Urria, mayo de 2000.
Edición electrónica: Marxists Internet Archive, febrero de 2000.
A diferencia de los anarquistas, los
marxistas admiten la lucha por las reformas, es decir, por mejoras de la
situación de los trabajadores que no lesionan el poder, dejándolo como estaba,
en manos de la clase dominante. Pero, a la vez, los marxistas combaten con la
mayor energía a los reformistas, los cuales circunscriben directa o
indirectamente los anhelos y la actividad de la clase obrera a las reformas. El
reformismo es una manera que la burguesía tiene de engañar a los obreros, que
seguirán siendo esclavos asalariados, pese a algunas mejoras aisladas, mientras
subsista el dominio del capital.
Cuando la burguesía liberal concede
reformas con una mano, siempre las retira con la otra, las reduce a la nada o
las utiliza para subyugar a los obreros, para dividirlos en grupos, para
eternizar la esclavitud asalariada de los trabajadores. Por eso el reformismo,
incluso cuando es totalmente sincero, se transforma de hecho en un instrumento
de la burguesía para corromper a los obreros y reducirlos a la impotencia. La
experiencia de todos los países muestra que los obreros han salido burlados
siempre que se han confiado a los reformistas.
Por el contrario, si los obreros han
asimilado la doctrina de Marx, es decir, si han comprendido que es inevitable
la esclavitud asalariada mientras subsista el dominio del capital, no se
dejarán engañar por ninguna reforma burguesa. Comprendiendo que, al mantenerse
el capitalismo, las reformas no pueden ser ni sólidas ni importantes, los
obreros pugnan por obtener mejoras y las utilizan para proseguir la lucha, más
tesonera, contra la escalvitud asalariada. Los reformistas pretenden dividir y
engañar con algunas dádivas a los obreros, pretenden apartarlos de su lucha de
clase. Los obreros, que han comprendido la falsedad del reformismo, utilizan
las reformas para desarrollar y ampliar su lucha de clase.
Cuanto mayor es la influencia de los
reformistas en los obreros, tanto menos fuerza tiene éstos, tanto más dependen
de la burguesía y tanto más fácil le es a esta última anular con diversas
artimañas el efecto de las reformas. Cuanto más independiente y profundo es el
movimiento obrero, cuanto más amplio es por sus fines, más desembarazado se ve
de la estrechez del reformismo y con más facilidad consiguen los obreros
afianzar y utilizar ciertas mejoras.
Reformistas hay en todos los países, pues
la burguesía trata por doquier de corromper de uno u otro modo a los obreros y
hacer de ellos esclavos satisfechos que no piensen en destruir la escalvitud.
En Rusia, los reformistas son los liquidadores, que renuncian a nuestro pasado
para adormecer a los obreros con ilusiones en un partido nuevo, abierto y
legal. No hace mucho, obligados por Siévernaya Pravda, los liquidadores de San
Petersburgo comenzaron a defenderse de la acusación de reformismo. Es preciso
detenerse a examinar con atención sus razonamientos para dejar bien clara uba
cuestión de extraordinaria importancia.
No somos reformistas -escribían los
liquidadores petersburgueses-, porque no hemos dicho que las reformas lo sean
todo y que el objetivo final no sea nada; hemos dicho: movimiento hacia el
objetivo final; hemos dicho: a través de la lucha por las reformas, hacia la
realización plena de las tareas planteadas.
Veamos si esta defensa corresponde a la
verdad.
Hecho primero. Resumiendo las afirmaciones
de todos los liquidadores, el liquidador Sedov ha escrito que dos de "las
tres ballenas" presentadas por los marxistas no sirven hoy para la
agitación. Ha dejado la jornada de ocho horas, que, teóricamente, es factible
como reforma. Ha suprimido o relegado precisamente lo que no cabe en el marco
de las reformas. Por consiguiente, ha incurrido en el oportunismo más palmario,
preconizando ni más ni menos que la política expresada por la fórmula de que el
objetivo final no es nada. Eso es justamente reformismo, ya que el
"objetivo final" (aunque sólo sea con relación a la democracia) se
aparta bien lejos de la agitación.
Hecho segundo. La decantada conferencia de
agosto (del año pasado) de los liquidadores también pospone -reservándolas para
un caso especial- las reivindicaciones no reformistas, en vez de sacarlas a
primer plano y colocarlas en el centro mismo de la agitación.
Hecho tercero. Al negar y rebajar "lo
viejo", queriéndose desentender de ello, los liquidadores se limitan al
reformismo. En las actuales circunstancias es evidente la conexión entre el
reformismo y la renuncia a "lo viejo".
Hecho cuarto. El movimiento económico de
los obreros provoca la ira y las alharacas de los liquidadores ("pierden
los estribos", "no hacen más que amagar", etc., etc.), toda vez
que se vincula con consignas que van más allá del reformismo.
¿Qué vemos en definitiva? De palabra, los
liquidadores rechazan el reformismo como tal, pero de hecho lo aplican en toda
la línea. Por una parte nos aseguran que para ellos las reformas no son todo,
ni mucho menos; mas, por otra, siempre que los marxistas van en la práctica más
allá del reformismo, se ganan las invectivas o el menosprecio de los liquidadores.
Por cierto, lo que ocurre en todos los
terrenos del movimento obrero nos muestra que los marxistas, lejos de quedarse
a la zaga, van muy por delante en lo que se refiere a la utilización práctica
de las reformas y a la lucha por las reformas. Tomemos las elecciones a la Duma por la curia obrera: los
discursos pronunciados por los diputados dentro y fuera de la Duma , la organización de
periódicos obreros, el aprovechamiento de la reforma de los seguros, el
sindicato metalúrgico, uno de los más importantes, etc., y veremos por doquier
un predominio de los obreros marxistas sobre los liquidadores en la esfera de
la labor directa, inmediata y "diaria" de agitación, organización y
lucha por las reformas y su aprovechamiento.
Los marxistas realizan una labor constante
sin perder una sola "posibilidad" de conseguir reformas y
utilizarlas, sin censurar, antes bien apoyando y desarrollando con solicitud
cualquier actividad que vaya más allá del reformismo tanto en la propaganda
como en la agitación, en las acciones económicas de masas, etc. Mientras tanto,
los liquidadores, que han abandonado el marxismo, no hacen con sus ataques a la
existencia misma de un marxismo monolítico, con su destrucción de la disciplina
marxista y con su prédica del reformismo y de la política obrera liberal más
que desorganizar el movimiento obrero.
Tampoco se debe olvidar que el reformismo
se manifiesta en Rusia de una forma peculiar, a saber: en la equiparación de
las condiciones fundamentales de la situación política de la Rusia actual y de la Europa actual. Desde el
punto de vista de un liberal, esta equiparación es legítima, pues el liberal
cree y confiesa que, "gracias a Dios, tenemos Constitución". El
liberal expresa los intereses de lo burguesía cuando defiende la idea de que,
después del 17 de octubre, toda acción de la democracia que vaya más allá del
reformismo es una locura, un crimen, un pecado, etc.
Pero precisamente estas ideas burguesas
son las que ponen en práctica nuestros liquidadores, que
"trasplantan" sin cesar y con regularidad (en el papel) a Rusia tanto
el "partido a la vista de todos" como la "lucha por la
legalidad", etc. Con otras palabras, los liquidadores preconizan, a
semejanza de los liberales, el trasplante de una Constitución europea a Rusia
sin reparar en el camino peculiar que condujo en Occidente a la proclamación y
afianzamiento de las constituciones durante varias generaciones y, a veces,
incluso siglos. Los liquidadores y los liberales quieren, como suele decirse,
pescar truchas a bragas enjutas.
En Europa, el reformismo significa en la
práctica renuncia al marxismo y sustitución de esta doctrina por la
"política social" burguesa. En nuestro país, el reformismo de los
liquidadores implica, además de eso, desmoronamiento de la organización marxista,
renuncia a las tareas democráticas de la clase obrera y sustitución de éstas
con una política obrera liberal.