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Argentina
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martes, 15 de mayo de 2012

Marxismo y reformismo


V. I. Lenin
Marxismo y reformismo


Escrito: En 1913.
Primera edición: El 12 de septiembre de 1913 en el núm. 2 de Pravda Trudá.
Digitalización: Por Urria, mayo de 2000.
Edición electrónica: Marxists Internet Archive, febrero de 2000.


A diferencia de los anarquistas, los marxistas admiten la lucha por las reformas, es decir, por mejoras de la situación de los trabajadores que no lesionan el poder, dejándolo como estaba, en manos de la clase dominante. Pero, a la vez, los marxistas combaten con la mayor energía a los reformistas, los cuales circunscriben directa o indirectamente los anhelos y la actividad de la clase obrera a las reformas. El reformismo es una manera que la burguesía tiene de engañar a los obreros, que seguirán siendo esclavos asalariados, pese a algunas mejoras aisladas, mientras subsista el dominio del capital.
Cuando la burguesía liberal concede reformas con una mano, siempre las retira con la otra, las reduce a la nada o las utiliza para subyugar a los obreros, para dividirlos en grupos, para eternizar la esclavitud asalariada de los trabajadores. Por eso el reformismo, incluso cuando es totalmente sincero, se transforma de hecho en un instrumento de la burguesía para corromper a los obreros y reducirlos a la impotencia. La experiencia de todos los países muestra que los obreros han salido burlados siempre que se han confiado a los reformistas.
Por el contrario, si los obreros han asimilado la doctrina de Marx, es decir, si han comprendido que es inevitable la esclavitud asalariada mientras subsista el dominio del capital, no se dejarán engañar por ninguna reforma burguesa. Comprendiendo que, al mantenerse el capitalismo, las reformas no pueden ser ni sólidas ni importantes, los obreros pugnan por obtener mejoras y las utilizan para proseguir la lucha, más tesonera, contra la escalvitud asalariada. Los reformistas pretenden dividir y engañar con algunas dádivas a los obreros, pretenden apartarlos de su lucha de clase. Los obreros, que han comprendido la falsedad del reformismo, utilizan las reformas para desarrollar y ampliar su lucha de clase.
Cuanto mayor es la influencia de los reformistas en los obreros, tanto menos fuerza tiene éstos, tanto más dependen de la burguesía y tanto más fácil le es a esta última anular con diversas artimañas el efecto de las reformas. Cuanto más independiente y profundo es el movimiento obrero, cuanto más amplio es por sus fines, más desembarazado se ve de la estrechez del reformismo y con más facilidad consiguen los obreros afianzar y utilizar ciertas mejoras.
Reformistas hay en todos los países, pues la burguesía trata por doquier de corromper de uno u otro modo a los obreros y hacer de ellos esclavos satisfechos que no piensen en destruir la escalvitud. En Rusia, los reformistas son los liquidadores, que renuncian a nuestro pasado para adormecer a los obreros con ilusiones en un partido nuevo, abierto y legal. No hace mucho, obligados por Siévernaya Pravda, los liquidadores de San Petersburgo comenzaron a defenderse de la acusación de reformismo. Es preciso detenerse a examinar con atención sus razonamientos para dejar bien clara uba cuestión de extraordinaria importancia.
No somos reformistas -escribían los liquidadores petersburgueses-, porque no hemos dicho que las reformas lo sean todo y que el objetivo final no sea nada; hemos dicho: movimiento hacia el objetivo final; hemos dicho: a través de la lucha por las reformas, hacia la realización plena de las tareas planteadas.
Veamos si esta defensa corresponde a la verdad.
Hecho primero. Resumiendo las afirmaciones de todos los liquidadores, el liquidador Sedov ha escrito que dos de "las tres ballenas" presentadas por los marxistas no sirven hoy para la agitación. Ha dejado la jornada de ocho horas, que, teóricamente, es factible como reforma. Ha suprimido o relegado precisamente lo que no cabe en el marco de las reformas. Por consiguiente, ha incurrido en el oportunismo más palmario, preconizando ni más ni menos que la política expresada por la fórmula de que el objetivo final no es nada. Eso es justamente reformismo, ya que el "objetivo final" (aunque sólo sea con relación a la democracia) se aparta bien lejos de la agitación.
Hecho segundo. La decantada conferencia de agosto (del año pasado) de los liquidadores también pospone -reservándolas para un caso especial- las reivindicaciones no reformistas, en vez de sacarlas a primer plano y colocarlas en el centro mismo de la agitación.
Hecho tercero. Al negar y rebajar "lo viejo", queriéndose desentender de ello, los liquidadores se limitan al reformismo. En las actuales circunstancias es evidente la conexión entre el reformismo y la renuncia a "lo viejo".
Hecho cuarto. El movimiento económico de los obreros provoca la ira y las alharacas de los liquidadores ("pierden los estribos", "no hacen más que amagar", etc., etc.), toda vez que se vincula con consignas que van más allá del reformismo.
¿Qué vemos en definitiva? De palabra, los liquidadores rechazan el reformismo como tal, pero de hecho lo aplican en toda la línea. Por una parte nos aseguran que para ellos las reformas no son todo, ni mucho menos; mas, por otra, siempre que los marxistas van en la práctica más allá del reformismo, se ganan las invectivas o el menosprecio de los liquidadores.
Por cierto, lo que ocurre en todos los terrenos del movimento obrero nos muestra que los marxistas, lejos de quedarse a la zaga, van muy por delante en lo que se refiere a la utilización práctica de las reformas y a la lucha por las reformas. Tomemos las elecciones a la Duma por la curia obrera: los discursos pronunciados por los diputados dentro y fuera de la Duma, la organización de periódicos obreros, el aprovechamiento de la reforma de los seguros, el sindicato metalúrgico, uno de los más importantes, etc., y veremos por doquier un predominio de los obreros marxistas sobre los liquidadores en la esfera de la labor directa, inmediata y "diaria" de agitación, organización y lucha por las reformas y su aprovechamiento.
Los marxistas realizan una labor constante sin perder una sola "posibilidad" de conseguir reformas y utilizarlas, sin censurar, antes bien apoyando y desarrollando con solicitud cualquier actividad que vaya más allá del reformismo tanto en la propaganda como en la agitación, en las acciones económicas de masas, etc. Mientras tanto, los liquidadores, que han abandonado el marxismo, no hacen con sus ataques a la existencia misma de un marxismo monolítico, con su destrucción de la disciplina marxista y con su prédica del reformismo y de la política obrera liberal más que desorganizar el movimiento obrero.
Tampoco se debe olvidar que el reformismo se manifiesta en Rusia de una forma peculiar, a saber: en la equiparación de las condiciones fundamentales de la situación política de la Rusia actual y de la Europa actual. Desde el punto de vista de un liberal, esta equiparación es legítima, pues el liberal cree y confiesa que, "gracias a Dios, tenemos Constitución". El liberal expresa los intereses de lo burguesía cuando defiende la idea de que, después del 17 de octubre, toda acción de la democracia que vaya más allá del reformismo es una locura, un crimen, un pecado, etc.
Pero precisamente estas ideas burguesas son las que ponen en práctica nuestros liquidadores, que "trasplantan" sin cesar y con regularidad (en el papel) a Rusia tanto el "partido a la vista de todos" como la "lucha por la legalidad", etc. Con otras palabras, los liquidadores preconizan, a semejanza de los liberales, el trasplante de una Constitución europea a Rusia sin reparar en el camino peculiar que condujo en Occidente a la proclamación y afianzamiento de las constituciones durante varias generaciones y, a veces, incluso siglos. Los liquidadores y los liberales quieren, como suele decirse, pescar truchas a bragas enjutas.
En Europa, el reformismo significa en la práctica renuncia al marxismo y sustitución de esta doctrina por la "política social" burguesa. En nuestro país, el reformismo de los liquidadores implica, además de eso, desmoronamiento de la organización marxista, renuncia a las tareas democráticas de la clase obrera y sustitución de éstas con una política obrera liberal.

martes, 17 de abril de 2012

La ley de la caida tendencial de la tasa de ganancia.



Un muy instructivo texto en el cual Gramsci critica al filosofo y político Benedetto Croce por su erronea interpretación de esta ley, definida por Marx como"la mas importante de la economía política". 

La caída tendencial de la tasa de beneficio. En el escrito acerca de la caída tendencial de la tasa de beneficio hay que registrar un error fundamental de Croce. Este problema está ya planteado en el primer volumen del Capital, donde se habla de la plusvalía relativa; en el mismo punto se observa que en este proceso se manifiesta una contradicción, o sea: mientras que, por un lado, el progreso técnico permite una dilatación de la plusvalía, por la otra determina, a causa del cambio que introduce en la composición del capital, la caída tendencial de la tasa de beneficio, y esto se demuestra en el tercer volumen del Capital: Croce presenta como objeción a la teoría expuesta en el tercer volumen la parte del estudio del tema contenida en el volumen primero, o sea: expone como objeción a la ley tendencial de la caída de la tasa de beneficio la demostración de la existencia de una plusvalía relativa debida al progreso técnico, pero sin aludir en absoluto al volumen primero, como si la objeción procediera de su cerebro, o como si fuera, incluso, una cuestión de sentido común.
En cualquier caso, hay que precisar que la cuestión de la ley tendencial de la tasa de beneficio no puede estudiarse solamente en base a la exposición dada en el volumen tercero: este estudio es el aspecto contradictorio del que se da en el volumen primero, y del cual no puede separarse. Además, habrá que determinar tal vez mejor la significación de ley "tendencial"; puesto que toda ley en la Economía política tiene que ser tendencial --dado que se obtiene aislando un determinado número de elementos y pasando, por tanto, por alto las fuerzas contraoperantes-- habrá quizá que distinguir un grado mayor o menor de tendencialidad, y mientras que por lo general el adjetivo "tendencial" se entiende como obvio, se insiste, en cambio, en él cuando la tendencialidad se convierte en un carácter orgánicamente importante, como en este caso en que la caída de la tasa de beneficio se presenta como el aspecto contradictorio de otra ley, la de la producción de la plusvalía relativa, y la una tiende a dominar a la otra con la previsión de que la caída de la tasa de beneficio prevalecerá. ¿Cuándo se puede imaginar que la contradicción llegará a un nudo gordiano, irresoluble normalmente y necesitado de la intervención de una espada de Alejandro? Cuando toda la economía mundial sea capitalista y haya conseguido un cierto grado de desarrollo; o sea, cuando la "frontera móvil" del mundo económico capitalista haya alcanzado sus columnas de Hércules. Las fuerzas que contrarrestan la ley tendencial y que se resumen en la producción de una plusvalía relativa creciente tienen sus límites, dados, por ejemplo, técnicamente por la extensión y la resistencia elástica de la materia, y socialmente por la medida soportable de paro en una determinada sociedad. O sea: la contradicción económica se convierte en contradicción política y se resuelve políticamente en una inversión de la práctica *.
* Acerca del tema de la disminución tendencial de la tasa de beneficio, recordar un trabajo reseñado en el primer año de los Naovi Studi y debido a un economista alemán, discípulo disidente de Franz Oppenheimer, y un volumen, más reciente, de Grossmann, reseñado en la revista Economia, de Trieste, y en la Critique Sociale, de Lucien Laurat.
Hay que observar, además, que Croce olvida en su análisis un elemento fundamental de la formación del valor y del beneficio, o sea, el "trabajo socialmente necesario", cuya formación no puede estudiarse ni registrarse en una sola fábrica o empresa. El progreso técnico da precisamente a la empresa individual la chance molecular de aumentar la productividad del trabajo por encima de la media social, y realizar, por tanto, beneficios excepcionales (como se estudia en el primer volumen), pero, en cuanto que el progreso en cuestión se socializa, esa posición inicial se pierde gradualmente y funciona la ley de la media social del trabajo, la cual baja los precios y los beneficios a través de la concurrencia: en este punto se tiene una caída de la tasa de beneficio, porque la composición orgánica del capital se manifiesta desfavorable. Los empresarios tienden a prolongar cuanto les es posible la chance inicial, incluso por medio de la intervención legislativa: defensa de las patentes, de los secretos industriales, etc., intervención que, de todas maneras, tiene que ser limitada a algunos aspectos del progreso técnico, aunque sin duda tenga un peso nada despreciable. El medio más eficaz de los empresarios individuales para evitar la ley de la caída consiste en introducir incesantemente nuevas modificaciones progresivas en todos los campos del trabajo y de la producción, sin descuidar las aportaciones mínimas de progreso que, multiplicadas a gran escala en las empresas muy grandes, dan resultados muy apreciables. Toda la actividad industrial de Henry Ford se puede estudiar desde este punto de vista: una lucha continua, incesante, para eludir la ley de la caída de la tasa de beneficio manteniendo una posición de superioridad sobre sus competidores. Ford ha tenido que rebasar el campo estrictamente industrial de la producción para organizar también el transporte y la distribución de su mercancía, determinando así una distribución de la masa de la plusvalía más favorable al industrial productor.
El error de Croce tiene naturaleza varia: parte del presupuesto de que todo progreso técnico determina inmediatamente, como tal, una caída de la tasa de beneficio, cosa errónea, porque El Capital afirma sólo que el progreso técnico determina un proceso de desarrollo contradictorio, uno de cuyos aspectos es la caída tendencial. Afirma tener en cuenta todas las premisas teóricas de la economía crítica, pero olvida la ley del trabajo socialmente necesario. Olvida completamente la parte de la cuestión tratada en el volumen primero, lo cual le habría ahorrado toda esta serie de errores; el olvido es tanto más grave cuanto que él mismo reconoce que en el volumen tercero la sección dedicada a la ley de la caída tendencial es incompleta, está sólo esbozada, etc.: razón perentoria para estudiar todo lo que el mismo autor había escrito del mismo tema en otros lugares *.
* La cuestión del texto del tercer volumen puede volverse a estudiar ahora que, según creo, se dispone de la edición diplomática del conjunto de apuntes y de notas que habrían servido para la redacción definitiva. No hay que excluir que en la edición tradicional se hayan descuidado pasos que, tras las polémicas ocurridas, podrían tener una importancia mucho mayor que la que pudo imaginar el primer ordenador de los materiales [155 Engels]. Un técnico de la economía tendría que recoger, además, la fórmula general de la ley de la caída tendencial, la que fija el momento en el cual la ley misma se verifica, y establecer críticamente toda la serie de pasos que conducen tendencialmente a ella como conclusión lógica.
Es necesario explicitar el acento que ha de tener "tendencial" cuando se refiere a la ley de caída del beneficio. Es evidente que en este caso la tendencialidad no puede referirse sólo a las fuerzas opuestas que actúan en la realidad cada vez que se abstraen de ella algunos elementos aislados para construir una hipótesis lógica. Como la ley es el aspecto contradictorio de otra ley, la de la plusvalía relativa que determina la expansión molecular del sistema de fábrica, o sea, el desarrollo mismo del modo de producción capitalista, no puede tratarse de fuerzas contrarias como las de las hipótesis económicas comunes. En este caso la fuerza contraria se estudia ella misma orgánicamente y produce otra ley no menos orgánica que la de la caída. El significado de "tendencial" debe ser, según parece, de carácter "histórico" real y no metodológico: el término sirve precisamente para indicar ese proceso dialéctico por el cual el empuje molecular progresivo lleva a un resultado tendencialmente catastrófico en el conjunto social, resultado del que parten otros empujes aislados progresivos, en un proceso de superación continua que, sin embargo, no puede preverse que haya de ser infinito aunque se disgregue en un número muy grande de fases intermedias de medida e importancia varias. Por la misma razón no es completamente exacto decir, como hace Croce en el prólogo a la segunda edición de su libro, que la ley relativa a la disminución de la tasa de beneficio, si estuviera establecida de un modo exacto como creía su autor, "significaría, ni más ni menos, el final automático e inminente de la sociedad capitalista". Nada de automático, ni mucho menos de inminente. Esa inferencia de Croce se debe simplemente al error de haber examinado la ley de la caída de la tasa de beneficio aislándola del proceso en el cual ha sido concebida, y aislándola no con fines científicos de mejor exposición, sino como si fuera válida de un modo "absoluto", y no como término dialéctico de un proceso orgánico más amplio. El que muchos hayan interpretado esa ley del mismo modo que Croce no descarga a éste de una cierta responsabilidad científica.
Muchas afirmaciones de la economía crítica han sido "mitificadas" de este modo, y no está dicho que esa formación de mitos no haya tenido su importancia práctica inmediata ni pueda seguir teniéndola. Pero se trata de otro aspecto de la cuestión, que no tiene mucho que ver con el planteamiento científico del problema ni con la deducción lógica; ese otro aspecto podrá examinarse en el terreno de la crítica de los métodos políticos y de los métodos de la política cultural. Es probable que en este terreno se demuestre al final la ineptitud y la naturaleza aún más dañina del método político que consiste en forzar arbitrariamente una tesis científica para obtener de ella un mito popular energético y propulsor; ese método podría compararse con el uso de los estupefacientes, que crean un instante de exaltación de las fuerzas físicas y síquicas, pero debilitan permanentemente el organismo.
Nota 1. La ley tendría que estudiarse sobre la base del taylorismo y del fordismo. ¿No son esos dos métodos de producción y trabajo intentos progresivos de superar la ley tendencial, eludiéndola mediante la multiplicación de las variables en las condiciones del aumento progresivo del capital constante? Las variables son éstas (entre las más importantes; pero a partir de los libros de Ford se podría construir una lista más completa y muy interesante): 1) las máquinas constantemente introducidas son más perfectas y refinadas; 2) los metales más resistentes y de mayor duración; 3) se crea un tipo nuevo de obrero, monopolizado mediante salarios altos; 4) disminución del desecho de materiales de fabricación; 5) utilización cada vez más amplia de subproductos cada vez más numerosos, o sea, ahorro de desechos que antes eran inevitables, ahorro posibilitado por la gran dimensión de la empresa; 6) utilización de las energías caloríficas desperdiciadas: por ejemplo, el calor de los altos hornos, que antes se perdía en la atmósfera, se introduce en sistemas de tuberías y calienta las habitaciones, etc. La selección de un nuevo tipo de obrero posibilita, mediante la racionalización tayloriana de los movimientos, una producción relativa y absolutamente mayor que antes, con la misma fuerza de trabajo. Con cada una de estas innovaciones el industrial pasa de un período de costes crecientes (o sea, de disminución de la tasa de beneficio) a un período de costes decrecientes, en la medida en que consigue disfrutar de un monopolio de iniciativa que puede durar (relativamente) mucho. El monopolio dura mucho también por causa de los altos salarios que estas industrias progresivas "tienen que" dar si quieren formar un personal seleccionado y si quieren disputar a los competidores los obreros mejor predispuestos desde el punto de vista sicológico a las nuevas formas de producción y de trabajo (recordar el hecho análogo del senador Agnelli que, para absorber en la Fiat las demás empresas automovilísticas, comprometió a todos los obreros planchistas de la plaza con altos salarios; las demás fábricas, así privadas de sus secciones especializadas en la producción de guardabarros, intentaron resistir fabricando guardabarros de contraplacado, pero la innovación fracasó y tuvieron que capitular). La extensión de los nuevos métodos determina una serie de crisis, cada una de las cuales vuelve a plantear los mismos problemas de los costes crecientes y cuyo ciclo puede estimarse como recurrente mientras: 1) no se alcance el límite extremo de resistencia del material; 2) no se alcance el límite en la introducción de nuevas máquinas automáticas, o sea, el límite constituido por la relación última entre hombres y máquinas; 3) no se alcance el límite de saturación industrial mundial, teniendo en cuenta la tasa de aumento de la población (que, por lo demás, disminuye al difundirse el industrialismo) y de la producción para renovar la mercancía de uso y los bienes instrumentales. La ley tendencial de la disminución de la tasa de beneficio estaría, pues, en la base del americanismo, o sea, sería la causa del acelerado ritmo del progreso de los métodos de trabajo y de producción, y de modificación del tipo tradicional de obrero. (C. XXXIII; I.M.S. 211-215; el apunte es completo: no hay nota II.)

jueves, 12 de abril de 2012

Sobre la Plusvalia


Marxismo para principiantes


El FMI ya no está (¿?) pero sigue asustando

Nota interesante para el análisis de una noticia. En este caso aparecida en la fecha en el Diario semi-oficialista Pagina 12. Llama la atención porque no solo reafirma que las instituciones neoliberales, pese a la persistente crisis global, siguen repitiendo las mismas recetas reaccionarias, sino porque pone en evidencia las inconsistencias ideológicas y programáticas del gobierno, en este caso a través de Diego Bossio, Director de la Anses, que critica correctamente las políticas perversas y recurrentes del FMI pero no dice que el oficialismo aún no ha tomado medidas para restablecer el 100% de los aportes que debieran realizar las patronales, al contrario han prorrogado tal iniquidad heredada del Menemismo mediante decreto Presidencial, el último en enero de 2012,  desfinanciando de esa manera al sistema previsional argentino.
Ver nota clickeando en el siguiente enlace:  

http://www.pagina12.com.ar/diario/economia/2-191675-2012-04-12.html

miércoles, 11 de abril de 2012

Injerencia Yanqui en Argentina


Enviado el: lunes, 02 de abril de 2012 17:01
Para: Nacional Fede
Asunto: Coronel encargado de la “Ayuda Humanitaria” en Chaco, fue expulsado de Venezuela por espionaje

Extraido de Resumen Latinoamericano

ARGENTINA
Coronel encargado de la “Ayuda Humanitaria” en Chaco, fue expulsado de Venezuela por espionaje 
Visor del Sur

martes, 10 de abril de 2012

Tesis de abril


V. I. Lenin

Las tareas del proletariado en la presente revolución
("Tesis de abril")
Escrito: En ruso en Petrogrado el 4 y 5 de abril de 1917.
Primera edición: En el número 26 de Pravda con la firma de "N.Lenin" el 7 de abril de 1917. Por fallos en la imprenta, dos dias después de la fecha -el 5- en que Lenin había ordenado que se publicaran las tesis. Los periódicos bolcheviques de Moscú, Járkov, Krasnoyarsk, Ufá, Bakú, Tiflis y otros sitios reprodujeron el artículo.

Habiendo llegado a Petrogrado únicamente el 3 de abril por la noche, es natural que sólo en nombre propio y con las consiguientes reservas, debidas a mi insuficiente preparación, pude pronunciar en la asamblea del 4 de abril un informe acerca de las tareas del proletariado revolucionario.
Lo único que podía hacer para facilitarme la labor -y facilitársela también a los opositores de buena fe- era preparar unas tesis por escrito. Las leí y entregué el texto al camarada Tsereteli. Las leí muy despacio y por dos veces: primero en la reunión de bolcheviques y después en la de bolcheviques y mencheviques.
Publico estas tesis personales mías acompañadas únicamente de brevísimas notas explicativas, que en mi informe fueron desarrolladas con mucha mayor amplitud.
TESIS
En nuestra actitud ante la guerra, que por parte de Rusia sigue siendo indiscutiblemente una guerra imperialista, de rapiña, también bajo el nuevo gobierno de Lvov y Cía., en virtud del carácter capitalista de este gobierno, es intolerable la más pequeña concesión al "defensismo revolucionario".
El proletariado consciente sólo puede dar su asentimiento a una guerra revolucionaria, que justifique verdaderamente el defensismo revolucionario, bajo las siguientes condiciones: a) paso del poder a manos del proletariado y de los sectores más pobres del campesinado a él adheridos; b) renuncia de hecho y no de palabra, a todas las anexiones; c) ruptura completa de hecho con todos los intereses del capital.
Dada la indudable buena fe de grandes sectores de defensistas revolucionarios de filas, que admiten la guerra sólo como una necesidad y no para fines de conquista, y dado su engaño por la burguesía, es preciso aclararles su error de un modo singularmente minucioso, paciente y perseverante, explicarles la ligazón indisoluble del capital con la guerra imperialista y demostrarles que sin derrocar el capital es imposible poner fin a la guerra con una paz verdaderamente democrática y no con una paz impuesta por la violencia.
Organizar la propaganda más amplia de este punto de vista en el ejército de operaciones.
Confraternización en el frente.
La peculiaridad del momento actual en Rusia consiste en el paso de la primera etapa de la revolución, que ha dado el poder a la burguesía por carecer el proletariado del grado necesario de conciencia y de organización, a su segunda etapa, que debe poner el poder en manos del proletariado y de las capas pobres del campesinado.
Este tránsito se caracteriza, de una parte, por el máximo de legalidad (Rusia es hoy el más libre de todos los países beligerantes); de otra parte, por la ausencia de violencia contra las masas y, finalmente, por la confianza inconsciente de éstas en el gobierno de los capitalistas, los peores enemigos de la paz y del socialismo.
Esta peculiaridad exige de nosotros habilidad para adaptarnos a las condiciones especiales de la labor del partido entre masas inusitadamente amplias del proletariado que acaban de despertar a la vida política.
Ningún apoyo al Gobierno Provisional; explicar la completa falsedad de todas sus promesas, sobre todo de la renuncia a las anexiones. Desenmascarar a este gobierno, que es un gobierno de capitalistas, en vez de propugnar la inadmisible e ilusoria "exigencia" de que deje de ser imperialista.
Reconocer que, en la mayor parte de los Soviets de diputados obreros, nuestro partido está en minoría y, por el momento, en una minoría reducida, frente al bloque de todos los elementos pequeño-burgueses y oportunistas -sometidos a la influencia de la burguesía y que llevan dicha influencia al seno del proletariado-, desde los socialistas populares y los socialistas revolucionarios hasta el Comité de Organización (Chjeídze, Tsereteli, etc), Steklov, etc, etc.
Explicar a las masas que los Soviets de diputados obreros son la única forma posible de gobierno revolucionario y que, por ello, mientras este gobierno se someta a la influencia de la burguesía, nuestra misión sólo puede consistir en explicar los errores de su táctica de un modo paciente, sistemático, tenaz y adaptado especialmente a las necesidades prácticas de las masas.
Mientras estemos en minoría, desarrollaremos una labor de crítica y esclarecimiento de los errores, propugnando al mismo tiempo, la necesidad de que todo el poder del Estado pase a los Soviets de diputados obreros, a fin de que, sobre la base de la experiencia, las masas corrijan sus errores.
No una república parlamentaria -volver a ella desde los Soviets de diputados obreros sería dar un paso atrás- sino una república de los Soviets de diputados obreros, braceros y campesinos en todo el país, de abajo arriba.
Supresión de la policía, del ejército y de la burocracia.1
La remuneración de los funcionarios, todos ellos elegibles y amovibles en cualquier momento, no deberá exceder del salario medio de un obrero calificado.
En el programa agrario, trasladar el centro de gravedad a los Soviets de diputados braceros.
Confiscación de todas las tierras de los latifundios.
Nacionalización de todas las tierras del país, de las que dispondrán los Soviets locales de diputados braceros y campesinos. Creación de Soviets especiales de diputados campesinos pobres. Hacer de cada gran finca (con una extensión de 100 a 300 deciatinas, según las condiciones locales y de otro género y a juicio de las instituciones locales) una hacienda modelo bajo el control de diputados braceros y a cuenta de la administración local.
Fusión inmediata de todos los bancos del país en un Banco Nacional único, sometido al control de los Soviets de diputados obreros.
No "implantación" del socialismo como nuestra tarea inmediata, sino pasar únicamente a la instauración inmediata del control de la producción social y de la distribución de los productos por los Soviets de diputados obreros.
Tareas del partido:
  • celebración inmediata de un congreso del partido;
  • modificación del programa del partido, principalmente:
    • sobre el imperialismo y la guerra imperialista,
    • sobre la posición ante el Estado y nuestra reivindicación de un "Estado-Comuna"2
    • reforma del programa mínimo, ya anticuado;
    • cambio de denominación del partido3
  • Renovación de la Internacional.
  • Iniciativa de constituir una Internacional revolucionaria, una
  • Internacional contra los socialchovinistas y contra el "centro".4
Para que el lector comprenda por qué hube de resaltar de manera especial, como rara excepción, el "caso" de opositores de buena fe, le invito a comparar estas tesis con la siguiente objeción del señor Goldenberg: Lenin -dice- "ha enarbolado la bandera de la guerra civil en el seno de la democracia revolucionaria". (Citado en el periódico Edinstvo, del señor Pléjanov, núm.5)
Una perla, ¿verdad?
Escribo, leo y machaco: "Dada la indudable buena fe de grandes sectores de defensistas revolucionarios de filas..., dado su engaño por la burguesía, es preciso aclararles su error de un modo singularmente minucioso, paciente y perseverante..."
Y esos señores de la burguesía, que se llaman socialdemócratas, que no pertenecen ni a los grandes sectores ni a los defensistas revolucionarios de filas, tienen la osadía de reproducir sin escrúpulos mis opiniones, interpretándolas así: "ha enarbolado (!) la bandera (!) de la guerra civil" (¡ni en las tesis ni en el informe se habla de ella para nada!) "en el seno (!!) de la democracia revolucionaria..."
¿Qué significa eso? ¿En qué se distingue de una incitación al pogromo?, ¿en qué se diferencia de Rússkaya Volia?
Escribo, leo y machaco: "Los Soviets de diputados obreros son la única forma posible de gobierno revolucionario y, por ello, nuestra misión sólo puede consistir en explicar los errores de su táctica de un modo paciente, sistemático, tenaz y adaptado especialmente a las necesidades prácticas de las masas..."
Pero cierta clase de opositores exponen mis puntos de vista ¡¡como un llamamiento a la "guerra civil en el seno de la democracia revolucionaria"!!
He atacado al Gobierno Provisional por no señalar un plazo, ni próximo ni remoto, para la convocatoria de la Asamblea Constituyente y limitarse a simples promesas. Y he demostrado que sin los Soviets de diputados obreros y soldados no está garantizada la convocatoria de la Asamblea Constituyente ni es posible su éxito.
¡¡¡Y se me imputa que soy contrario a la convocatoria inmediata de la Asamblea Constituyente!!!
Calificaría todo eso de expresiones "delirantes" si decenas de años de lucha política no me hubiesen enseñado a considerar una rara excepción la buena fe de los opositores.
En su periódico, el señor Pléjanov ha calificado mi discurso de "delirante". ¡Muy bien, señor Pléjanov! Pero fíjese cuán torpón, inhábil y poco perspicaz es usted en su polémica. Si me pasé dos horas delirando, ¿por qué aguantaron cientos de oyentes ese "delirio"? ¿Y para qué dedica su periódico toda una columna a reseñar un "delirio"? Mal liga eso, señor Pléjanov, muy mal.
Es mucho más fácil, naturalmente, gritar, insultar y vociferar que intentar exponer, explicar y recordar cómo enjuiciaban Marx y Engels en 1871, 1872 y 1875 las experiencias de la Comuna de París y qué decían acerca del tipo de Estado que necesita el proletariado.
Por lo visto, el ex marxista señor Pléjanov no desea recordar el marxismo.
He citado las palabras de Rosa Luxemburgo, que el 4 de agosto de 1914 denominó a la socialdemocracia alemana "cadáver maloliente". Y los señores Pléjanov, Goldenberg y Cía. se sienten "ofendidos" ... ¿en nombre de quién? ¡En nombre de los chovinistas alemanes, calificados de chovinistas!
Los pobres socialchovinistas rusos, socialistas de palabra y chovinistas de hecho, se han armado un lío.
N.Lenin
1. Nota 1 de Lenin: Es decir, sustitución del ejército permanente con el armamento general del pueblo.
2. Nota de Lenin: Es decir, de un Estado cuyo prototipo dio la Comuna de Paris.
3. Nota de Lenin: En lugar de "socialdemocracia", cuyos líderes oficiales han traicionado al socialismo en el mundo entero, pasándose a la burguesía (lo mismo los "defensistas" que los vacilantes "kautskianos"), debemos denominarnos Partido Comunista.
4. Nota Lenin: En la socialdemocracia internacional se llama "centro" a la tendencia que vacila entre los chovinistas (o "defensistas") y los internacionalistas, es decir: Kautsky y Cía. en Alemania, Longuet y Cía. en Francia, Chjeídze y Cía. en Rusia, Turati y Cía. en Italia, McDonald y Cía. en Inglaterra, etc.

 

La economía y la política de la dictadura del proletariado


V. I. Lenin

La economía y la política
de la dictadura del proletariado





Publicado en Pravda, núm. 250, 7 de noviembre de 1919.


Tenía proyectado escribir para el segundo aniversario del Poder soviético un pequeño folleto sobre el tema indicado en el título. Pero con el ajetreo del trabajo diario no he logrado hasta ahora ir más allá de la preparación preliminar de algunas partes. Por eso, he resuelto tratar de hacer una exposición breve y sumaria de las ideas más esenciales, a mi modo de ver, en esta cuestión. Naturalmente, el carácter resumido de la exposición encierra muchas dificultades e inconvenientes. Pero quizás para un pequeño artículo periodístico puede ser realizable este objetivo modesto: plantear la cuestión y sus fundamentos para su discusión por los comunistas de los diferentes países.

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Teóricamente, no cabe duda de que entre el capitalismo y el comunismo existe cierto período de transición. Este período no puede dejar de reunir los rasgos o las propiedades de ambas formaciones de la economía social, no puede dejar de ser un período de lucha entre el capitalismo agonizante y el comunismo naciente; o en otras palabras: entre el capitalismo vencido, pero no aniquilado, y el comunismo ya nacido, pero muy débil aún.
La necesidad de toda una época histórica, que se distinga por estos rasgos del período de transición, debe ser clara por sí misma, no sólo para un marxista, sino para toda persona instruida que conozca de una u otra manera la teoría del desarrollo. Y, sin embargo, todos los discursos que sobre la transición al socialismo escuchamos de labios de los actuales representantes de la democracia pequeñoburguesa (tales son, a pesar de su pretendida etiqueta socialista, todos los representantes de la II Internacional, incluyendo a gentes del corte de MacDonald y Jean Longuet, de Kautsky y Friedrich Adler) se distinguen por el completo olvido de esta verdad evidente. A los demócratas pequeñoburgueses les son propios la aversión a la lucha de clases, los sueños sobre la posibilidad de prescindir de ella, la aspiración a atenuar, conciliar y limar sus agudas aristas. Por eso, los demócratas de esta especie o se desentienden de cualquier reconocimiento de todo un período histórico de transición del capitalismo al comunismo o consideran que su tarea es inventar planes para conciliar ambas fuerzas en pugna, en lugar de dirigir la lucha de una de estas fuerzas.

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En Rusia, la dictadura del proletariado tiene que distinguirse inevitablemente por ciertas particularidades en comparación con los países avanzados, como consecuencia del inmenso atraso y del carácter pequeñoburgués de nuestro país. Pero las fuerzas fundamentales -- y las formas fundamentales de la economía social -- son, en Rusia, las mismas que en cualquier país capitalista, por lo que estas particulariclades pueden referirse tan sólo a lo que no es esencial.
Estas formas básicas de la economía social son: el capitalismo, la pequeña producción mercantil y el comunismo. Y las fuerzas básicas son: la burguesía, la pequeña burguesía (particularmente los campesinos) y el proletariado.
La economía de Rusia en la época de la dictadura del proletariado representa la lucha que en sus primeros pasos sostiene el trabajo mancomunado al modo comunista -- en escala única de un enorme Estado -- contra la pequeña producción mercantil, contra el capitalismo que sigue subsistiendo y contra el que revive sobre la base de esta producción.
El trabajo está mancomunado en Rusia a la manera comunista por cuanto, primero, está abolida la propiedad privada sobre los medios de producción y, segundo, porque el Poder proletario del Estado organiza en escala nacional la gran producción en las tierras y empresas estatales, distribuye la mano de obra entre las diferentes ramas de la economía y entre las empresas, distribuye entre los trabajadores inmensas cantidades de artículos de consumo pertenecientes al Estado.
Hablamos de los "primeros pasos" del comunismo en Rusia (como lo dice también el programa de nuestro Partido aprobado en marzo de 1919), ya que estas condiciones las hemos realizado sólo en parte, o dicho con otras palabras: la realización de estas condiciones se encuentra sólo en su fase inicial. De una vez, con un solo golpe revolucionario, se ha hecho todo cuanto puede, en general, hacerse de un golpe: por ejemplo, ya el primer día de la dictadura del proletariado, el 26 de octubre de 1917 (8 de noviembre de 1917), fue abolida la propiedad privada de la tierra y fueron expropiados sin indemnización los grandes propietarios de la tierra. En unos meses fueron expropiados, también sin indemnización, casi todos los grandes capitalistas, los dueños de fábricas, empresas de sociedades anónimas, bancos, ferrocarriles, etc. La organización de la gran producción industrial por el Estado, el tránsito del "control obrero" a la "administración obrera" de las fábricas y ferrocarriles, está ya realizado en sus rasgos más importantes y fundamentales; pero con respecto a la agricultura esto no ha hecho más que empezar (las "haciendas soviéticas", grandes explotaciones organizadas por el Estado obrero sobre las tierras del Estado). Igualmente apenas ha comenzado la organización de las diferentes formas de cooperación de los pequeños labradores, como tránsito de la pequeña producción agrícola mercantil a la agricultura comunista*. Lo mismo cabe decir de la organización estatal de la distribución de los productos en sustitución del comercio privado, es decir, en lo que atañe al acopio y al envío de cereales a las ciudades y de los artículos industriales al campo por el Estado. Más abajo daremos los datos estadísticos que poseemos sobre esta cuestión.
La economía campesina continúa siendo una pequeña producción mercantil. Hay aquí para el capitalismo una base extraordinariamente amplia y dotada de raíces muy profundas y muy sólidas. Sobre esta base, el capitalismo se mantiene y revive de nuevo, luchando de la manera más encarnizada contra el comunismo. Las formas de esta lucha son: la venta clandestina y la especulación contra los acopios estatales de cereal (al igual que de otros productos) y en general contra la distribución estatal de los productos.

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Para ilustrar estas tesis teóricas abstractas, citaremos datos concretos.
El acopio estatal de cereales en Rusia, según datos del Comisariado del Pueblo de Abastecimiento, ha dado, desde el 1.ƒ de agosto de 1917 al 1.ƒ de agosto de 1918, cerca de 30 millones de puds. Al otro año, cerca de 110 millones de puds. En los primeros tres meses de la campaña siguiente (1919-1920), los acopios alcanzarán, por lo visto, cerca de 45 millones de puds, contra 37 millones en los mismos meses (agosto-octubre) del año 1918.
Estas cifras revelan claramente un lento pero constante mejoramiento en el sentido de la victoria del comunismo sobre el capitalismo. Se obtiene este mejoramiento a pesar de las inauditas dificultades motivadas por la guerra civil, que los capitalistas rusos y extranjeros organizan poniendo en tensión todas las fuerzas de las potencias más poderosas del mundo.
Por eso, por más que mientan y calumnien los burgueses de todos los países y sus cómplices francos o encubiertos (los "socialistas" de la II Internacional), es indudable que, desde el punto de vista del problema económico fundamental de la dictadura del proletariado, en nuestro país está asegurada la victoria del comunismo sobre el capitalismo. Si la burguesía de todo el mundo está enrabiada y enfurecida contra el bolchevismo, si organiza invasiones armadas, complots, etc., contra los bolcheviques, es precisamente porque comprende muy bien lo inevitable de nuestra victoria en la reestructuración de la economía social, a menos que nos aplaste por la fuerza militar. Pero no consigue aplastarnos por ese procedimiento.
El cuadro que sigue a continuación permite ver en qué medida, precisamente, hemos vencido ya al capitalismo, en el poco tiempo que nos fue concedido y entre las dificultades sin precedentes en que nos hemos visto obligados a actuar. La Dirección Central de Estadística acaba de preparar para la prensa datos sobre la producción y el consumo de cereales no de toda la Rusia Soviética, sino de 26 provincias solamente.
He aquí las cifras:
26
provincias
de la Rusia
Soviética
Poblaión
(en
millones)
Produccíon
de cereales
(sin semillas
ni piensos)
(en millones
de puds)
Cereales
suministrados
Total de
cereales
de que
disponía la
población
(en millones
de puds)
Consumo
de
cereales
por
habitante
(en puds)
por el
Comisa-
riado de
Abaste-
ciemento
por los
especu-
ladores
 (en millones de puds) 
Provincias
productoras
Provincias
consumidoras
Ciudades 4,4
Aldeas 28,6
Ciudades 5,9
Aldeas 13,8
---
625,4

---
114,0
20,9
---

20,0
12,1
20,6
---

20,0
27,8
 41,5
481,8

 40,0
151,4
 9,5
16,9

 6,8
11,0
Total
(26 provincias)
      52,7

739,4

53,0

68,4

714,7

13,6
Así, pues, aproximadamente la mitad de los cereales para las ciudades la da el Comisariado de Abastecimiento; la otra mitad, los especuladores. La investigación exacta de la alimentación de los obreros de las ciudades en 1918 ha dado precisamente esta proporción. Advirtamos que los obreros pagan por el cereal proporcionado por el Estado la novena parte que por el de los especuladores. El precio de especulación es equivalente al décuplo que el precio del Estado. Así lo dice el estudio concienzudo del presupuesto de los obreros.

4
Los datos citados, si se piensa bien en ellos, proporcionan un material exacto acerca de todos los rasgos fundamentales de la economía actual en Rusia.
Los trabajadores han sido liberados de sus opresores y explotadores seculares, los terratenientes y capitalistas. Este paso de la verdadera libertad y de la verdadera igualdad, paso que por su grandeza, magnitud y rapidez no tiene precedente en el mundo, no ha sido tomado en consideración por los partidarios de la burguesía (incluidos los demócratas pequeñoburgueses), los cuales hablan de la libertad y de la igualdad en el sentido de la democracia burguesa parlamentaria, proclamándola falsamente "democracia" en general o "democracia pura" (Kautsky).
Pero los trabajadores toman en consideración precisamente la verdadera igualdad, la verdadera libertad (la que implica verse libre de terratenientes y capitalistas), por eso apoyan con tanta firmeza al Poder soviético.
En este país campesino, han sido los campesinos en general los primeros en salir favorecidos, los que más han ganado y los que de golpe han gozado los beneficios de la dictadura del proletariado. Bajo el régimen de los terratenientes y capitalistas, en Rusia los campesinos padecían hambre. En el transcurso de largos siglos de nuestra historia, los campesinos jamás tuvieron la posibilidad de trabajar para sí: pasaban hambre, entregando cientos de millones de puds de trigo a los capitalistas, a las ciudades y al extranjero. Bajo la dictadura del proletariado, el campesino por primera vez trabaja para sí y se alimenta mejor que el habitante de la ciudad. El campesino ha visto por primera vez la libertad de hecho: la libertad de comer su propio pan, la libertad de no pasar hambre. Se ha establecido, como es sabido, la igualdad máxima en el reparto de las tierras: en la gran mayoría de los casos, los campesinos reparten la tierra "por el número de bocas".
Socialismo significa la abolición de las clases.
Para abolir las clases, es preciso, primero, derribar a los terratenientes y a los capitalistas. Esta parte de la tarea la hemos cumplido, pero es sólo una parte y, ademas, no es la más difícil. Para abolir las clases, es preciso, en segundo lugar, suprimir la diferencia entre los obreros y los campesinos, convertir a todos en trabajadores. Esto no es posible hacerlo de golpe. Esta es una tarea incomparablemente más difícil y, por la fuerza de la necesidad, de larga duración. No es una tarea que pueda resolverse con el derrocamiento de una clase cualquiera. Sólo puede resolverse mediante la reorganización de toda la economía social, pasando de la pequeña producción mercantil, individual y aislada, a la gran producción colectiva. Este tránsito es, por necesidad, extraordinariamente largo, y las medidas administrativas y legislativas precipitadas e imprudentes sólo conducirían a hacerlo más lento y difícil. Solamente cabe acelerarlo prestando a los campesinos una ayuda que les permita mejorar en enorme medida toda la técnica agrícola, transformándola de raíz.
Para resolver esta segunda parte de la tarea, la más difícil, el proletariado, después de haber vencido a la burguesía, debe aplicar inalterablemente la siguiente línea fundamental en su política con respecto a los campesinos: el proletariado debe distinguir, diferenciar a los campesinos trabajadores de los campesinos propietarios, al campesino trabajador del campesino mercader, al campesino laborioso del campesino especulador.
En esta delimitación reside toda la esencia del socialismo.
Y no es extraño que los socialistas de palabra y demócratas pequeñoburgueses de hecho (los Mártov y los Chernov, los Kautsky y Cía.) no comprendan esta esencia del socialismo. La delimitación aquí indicada es muy difícil, pues en la vida práctica todos los rasgos propios del "campesino", por variados y contradictorios que sean, forman un todo único. No obstante, la delimitación es posible, y no sólo posible, sino que emana inevitablemente de las condiciones de la hacienda y de la vida del campesino. El campesino trabajador ha estado oprimido durante siglos por los terratenientes, los capitalistas, los mercaderes, los especuladores y su Estado, incluyendo a las repúblicas burguesas más democráticas. El campesino trabajador ha ido formando durante siglos su odio y su animosidad contra estos opresores y explotadores, y esta "formación", producto de la vida misma, obliga a los campesinos a buscar la alianza con los obreros contra el capitalista, contra el especulador, contra el mercader. Pero, al mismo tiempo, las circunstancias económicas, las circunstancias de la economía mercantil, convierten de modo inevitable al campesino (no siempre, pero sí en una gran mayoría de casos) en mercader y especulador.
Los datos estadísticos arriba citados muestran con claridad la diferencia que existe entre el campesino trabajador y el campesino especulador. Los campesinos que en 1918-1919 dieron a los obreros hambrientos de las ciudades 40 millones de puds de cereal, a los precios de tasa fijados por el Estado y a través de los organismos estatales, a pesar de todos los defectos de estos organismos, defectos perfectamente conocidos por el gobierno obrero, pero irremediables en el primer período de transición al socialismo, estos campesinos son unos campesinos trabajadores, unos camaradas de los obreros socialistas con todos los derechos, sus aliados más seguros, sus hermanos carnales en la lucha contra el yugo del capital. Pero esos otros campesinos que vendieron a escondidas 40 millones de puds de cereal a un precio equivalente al décuplo que el fijado por el Estado, aprovechándose de la penuria y del hambre del obrero de la ciudad, defraudando al Estado, aumentando y engendrando por todas partes el engaño, el pillaje y las maniobras fraudulentas, esos campesinos son unos especuladores, unos aliados del capitalista, unos enemigos de clase del obrero, unos explotadores. Pues tener sobrantes de cereal recolectado en las tierras que pertenecen al Estado, con la ayuda de aperos en cuya creación fue invertido, de uno u otro modo, no sólo el esfuerzo del campesino, sino también el del obrero, etc., tener sobrantes de cereal y especular con ellos significa ser un explotador del obrero hambriento.
Vosotros violáis la libertad, la igualdad, la democracia, nos gritan desde todos lados, señalando la desigualdad entre el obrero y el campesino en nuestra Constitución, la disolución de la Asamblea Constituyente, las requisas forzosas de los excedentes de cereal, etc. Nosotros replicamos: no ha habido en el mundo Estado que haya hecho tanto para eliminar la verdadera desigualdad y la verdadera falta de libertad que ha padecido durante siglos el campesino laborioso. Pero jamás reconoceremos la igualdad con el campesino especulador, como no reconoceremos la "igualdad" del explotador con el explotado, del harto con el hambriento, la "libertad" del primero de robar al segundo. Y a aquellos hombres instruidos que no quieran comprender estas diferencias, nosotros los trataremos como a los guardias blancos, aunque se llamen demócratas, socialistas, internacionalistas, los Kautsky, los Chernov, los Mártov.

5
El socialismo es la supresión de las clases. La dictadura del proletariado ha hecho en este sentido todo lo que estaba a su alcance. Pero no se puede suprimir de golpe las clases.
Y las clases han quedado y quedarán durante la época de la dictadura del proletariado. La dictadura dejará de ser necesaria cuando desaparezcan las clases. Y sin la dictadura del proletariado las clases no desaparecerán.
Las clases han quedado, pero cada una de ellas se ha modificado en la época de la dictadura del proletariado; han variado igualmente las relaciones entre ellas. La lucha de clases no desaparece bajo la dictadura del proletariado, lo único que hace es adoptar otras formas.
El proletariado, bajo el capitalismo, era una clase oprimida, una clase que había sido desprovista de toda propiedad sobre los medios de producción, la única clase opuesta directa e íntegramente a la burguesía, y por eso la única capaz de ser revolucionaria hasta el fin. El proletariado, al derrocar a la burguesía y conquistar el Poder político, se ha convertido en la clase dominante: tiene en sus manos el Poder del Estado, dispone de los medios de producción ya socializados, dirige a los elementos y las clases vacilantes, intermedios, aplasta la resistencia de los explotadores, que se manifiesta con energía creciente. Todas éstas son las tareas especiales de la lucha de clases, tareas que antes el proletariado no se las había planteado ni podía planteárselas.
La clase de los explotadores, los terratenientes y capitalistas, no ha desaparecido ni puede desaparecer de golpe bajo la dictadura del proletariado. Los explotadores han sido derrotados, pero no aniquilados. Aún tienen una base internacional, el capital internacional, del cual son una sucursal. Aún tienen, en parte, algunos medios de producción, aún tienen dinero, aún tienen amplios vínculos sociales. Precisamente a causa de su derrota, se ha multiplicado en cien y en mil veces su fuerza de resistencia. El "arte" de la administración estatal, militar y económica les da una superioridad, una superioridad muy grande, de modo que su importancia es inconmensurablemente mayor que su proporción numérica en la población. La lucha de clases que libran los explotadores derrocados contra la victoriosa vanguardia de los explotados, es decir, contra el proletariado, se ha vuelto incomparablemente más encarnizada. Y no puede ser de otra manera, si se trata de una revolución, si no se reemplaza este concepto (como lo hacen todos los héroes de la II Internacional) por ilusiones reformistas.
Por último, el campesinado, como toda la pequeña burguesía en general, ocupa bajo la dictadura del proletariado una situación intermedia: por un lado, representa una masa de trabajadores, bastante considerable (y en la Rusia atrasada, una masa inmensa), unida por el interés, común a los trabajadores, de emanciparse del terrateniente y del capitalista; y por otro lado, son pequeños patronos, propietarios y comerciantes aislados. Tal situación económica provoca inevitablemente su oscilación entre el proletariado y la burguesía. Y en las condiciones de la lucha agudizada entre estos últimos, de la ruptura extraordinariamente brusca de todas las relaciones sociales, ante la máxima costumbre de lo viejo, lo rutinario, lo invariable, tan arraigada precisamente entre los campesinos y los pequeños burgueses en general, es lógico que observemos inevitablemente entre ellos evasiones de un campo a otro, vacilaciones, virajes, inseguridad, etc.
En relación a esta clase -- o a estos elementos sociales --, al proletariado le incumbe la tarea de dirigir, de luchar por la influencia sobre ella. Conducir tras sí a los vacilantes e inestables es lo que debe hacer el proletariado.
Si confrontamos todas las fuerzas o clases fundamentales y sus relaciones mutuas modificadas por la dictadura del proletariado, veremos qué ilimitado absurdo teórico, qué estupidez constituye la opinión pequeñoburguesa en boga entre los representantes de la II Internacional de que se puede pasar al socialismo "a través de la democracia" en general. La base de este error reside en el prejuicio, heredado de la burguesía, de que la "democracia" tiene un contenido absoluto, independiente de las clases. Pero, de hecho, la democracia pasa a una fase absolutamente nueva bajo la dictadura del proletariado, y la lucha de clases se eleva a un grado superior, sometiendo a su dominio todas y cada una de las formas políticas.
Las frases comunes sobre la libertad, la igualdad y la democracia equivalen en el fondo a una repetición ciega de conceptos plasmados por las relaciones de la producción mercantil. Querer resolver por medio de estas frases comunes las tareas concretas de la dictadura del proletariado, significa pasarse en toda la línea a las posiciones teóricas y de principio de la burguesía. Desde el punto de vista del proletariado, la cuestión se plantea sólo así: ¿liberación de la opresión ejercida por qué clase?, ¿igualdad entre qué clases?, ¿democracia sobre la base de la propiedad privada o sobre la base de la lucha por la supresión de la propiedad privada?, etc.
En su Anti-Dühring, Engels aclaró hace tiempo que la noción de igualdad ha sido moldeada por las relacioncs de la producción mercantil; la igualdad se transforma en prejuicio si no se comprende como la abolición de las clases [**]. Esta verdad elemental relativa a la diferencia de la concepción democraticoburguesa y la socialista sobre la igualdad es olvidada constantemente. Cuando no se la olvida resulta evidente que el proletariado, al derrocar a la burguesía, da con ello el paso más decisivo hacia la supresión de las clases, y que para coronar esto el proletariado debe continuar su lucha de clase utilizando el aparato del Poder del Estado y aplicando diferentes métodos de lucha, de influencia, de acción con respecto a la burguesia derrocada y a la pequeña burguesia vacilante.
(Continuará )[***]
30 de octubre de 1919.


NOTAS
* El número de "haciendas soviéticas" y de "comunas agrícolas" en la Rusia Soviética es de unas 3.536 y 1.961 respectivamente; el número de arteles agrícolas es de 3.696. Nuestra Dirección Central de Estadística efectua en la actualiclad un censo excacto de todas las haciendas soviéticas y comunas. Los primeros resultados serán conocidos en noviembre de 1919.
**Véase F. Engels, Anti-Dühring, Parte primera, X.
*** El artículo quedó sin terminar. (N. de la Ed.)